martes, 12 de noviembre de 2013

LA MÚSICA DE NUESTRA MADRE Y SEÑORA DE LAS PENAS (IV): La marcha de Javier Alonso.

Quizás un tanto eclipsada injustamente por la omnipresente marcha de Antonio Pantión, ahí está, como agazapada, siempre presta a despuntar en cualquier esquina de nuestro itinerario, esta rutilante pieza que hace ya algún tiempo compusiera el madrileño afincado en Sevilla, Francisco Javier Alonso Delgado para la Virgen de las Penas merced al encargo que nuestro hermano D. Enrique Salvo Rabasco le hiciera para donarla a la Cofradía.

Alonso Delgado que toca el piano desde los nueve años, se declara, como algunos otros grandes compositores que por avatares del destino fueron a parar a Sevilla, un cofrade tardío, y también, porque las cosas vienen como vienen, músico antes que amante de la Semana Santa.

Realiza sus estudios musicales en el Conservatorio Superior de Música de Madrid y se titula en las especialidades de Piano y de Solfeo, Teoría de la Música, Repentización y Acompañamiento. Igualmente, ha realizado cursos de especialización, entre otros, con maestros de la talla de Carles Guinovart, Humberto Quagliata, Monique Dechausses, Josep Colom, Enrique Blanco, Antón García Abril, Brenno Ambrosini y David Kuyken.

Aunque ya había tenido contactos con la Semana Santa de Madrid y con la de algunas otras ciudades castellanas, un año se decidió a conocer la de Sevilla y desde entonces, confiesa, no ha faltado ningún año. No en vano, tras contraer matrimonio, desde el verano de 2002, fija su domicilio en Sevilla y es cuando tiene ocasión de comenzar a empaparse de la realidad músico-procesional andaluza.

En efecto, de la mano de Ángel Alcaide (director de la extinta banda de la Esperanza de Triana) se hace hermano de distintas cofradías y se enrola en esta banda trianera hasta su desaparición lo que le permite conocer desde dentro el mundillo de las bandas de Sevilla. De hecho Alcaide propiciaría meses antes el que lo cofrade quedase unido para siempre a la vocación musical de Alonso pues sería a finales de 2001 cuando compondría su primera marcha procesional, la abrumadora “Madre de Dios de la Palma”.

Y es precisamente en esos compases finales de 2001 cuando nuestro hermano Enrique Salvo le encarga la marcha “Pasa la Virgen de las Penas”, la que no podría finalizar, como el mismo aclara, hasta que se asienta definitivamente en Sevilla en 2002. La marcha debía tener varias condiciones: que fuera alegre, con cornetas y de una duración que no excediera los tres minutos a fin de que el trono pudiera estar en movimiento durante toda la marcha.

El sábado 15 de febrero de 2003 recibimos en las dependencias de San Julián al compositor para la entrega formal de la obra compuesta en presencia de un emocionado donante y una representación de la junta de gobierno encabezada por su Hermano Mayor. La pieza hubo de estrenarse en la tarde del Martes Santo de ese año aunque la cofradía no pudo efectuar estación de penitencia debido a la lluvia.



Es precisamente esta composición la que le abrirá las puertas de nuestra ciudad pues no en vano, Juan Jurado, director de la banda de la Paz, tras asimilar la brillantez de la marcha de la cofradía de las Penas, le encargará posteriormente una para la Sangre que se tituló “Consolación y Lágrimas”. Luego vendrían piezas para el Monte Calvario y la Salud, entre otras.

Alonso ha dejado por el momento, además de las indicadas, piezas de muy alto valor como “Cincuentenario” dedicada a la hermandad de la Amargura de Sevilla en 2004, “Llena Eres de Gracia” dedicada a los Javieres o “Virgen Macarena” habitual también en el repertorio de la banda del Carmen de Salteras.

De todas ellas se infiere la preocupación del músico por interiorizar la forma marcha del que se revela como un eterno aprendiz. Quizás lo que más le identifique, según sus propias palabras, es que no sea andaluz y provenga de una formación clásica, aún tomando conciencia de lo que en este ciertamente encorsetado género se puede hacer y lo que no.

Dicho esto, la música de Alonso busca ser directa y penetrar en el público, aún sin renunciar a la posibilidad de introducir matices originales, pequeños rasgos que la diferencie de otras, aspectos formales poco habituales en el género (sextas napolitanas, acordes de séptima disminuida, acordes de novena sin preparación, flexiones, uso de dominantes secundarias, etc.).

Con esta marcha, Alonso consigue recrear fielmente el alborozado ambiente de una tarde de Martes Santo y nos evoca inmediatamente a esos instantes en que la Virgen de las Penas va ganando con gallardía los primeros metros de su Estación penitencial: la estampa perfumada de la Virgen con su manto, el vaivén de sus bambalinas, los aplausos que se cruzan con Ella en las esquinas, los rayos de sol que se ensartan en el crisol de su paso. Todo ello fluye con total naturalidad en esta pieza que se despliega de forma breve y precisa, y de paso, pone en valor la contrastada diversidad de un repertorio, que con suma espontaneidad,  combina el corte jubiloso con la sobriedad de las piezas más solemnes.

Son probablemente “Pasa la Virgen de las Penas” y Francisco Javier Alonso Delgado, en el décimo aniversario de tan feliz concomitancia, dignos exponentes de la mejor y más cualificada expresión de la música procesional contemporánea, digna sucesora de esa otra que nos dejaran los grandes maestros del pasado. Así que comencemos de una vez por todas a darle su sitio, sin rubor alguno, en ese mismo plano en que campa a sus anchas, por ejemplo, la marcha de Pantión.