martes, 18 de abril de 2017

CRÓNICAS: "Las Penas, momentos para revivir todo el año" - José Luís Jiménez Navarrete


El Cristo de la Agonía, en sus primeros metros camino de la SICB. J.L. JIMÉNEZ

Los ‘shhh’ del numeroso público se rompieron con los primeros acordes de la marcha Cristo de la Agonía (Abel Moreno), para iniciar la Estación de Penitencia de la señera Cofradía. Qué poco suena tras el palio de María Santísima de las Penas… 

Con el rigor y la seriedad acostumbradas, comenzaron a salir del Oratorio los nazarenos de la sección del Señor. La sola presencia del crucificado de Buíza impresiona. Más aún cuando sus hombres de trono, a paso corto, lo acercan hasta la puerta y recibe las primeras caricias de la densa humareda de incienso que le procuran sus turiferarios. Escogida selección musical para iniciar sus primeros pasos en el Martes Santo 2017. Con Santa Caridad y Maestro, con mecidas eternas y con el desgarrador escorzo con el que su autor lo talló, el Señor se adentró en Pozos Dulces. La comunión entre la banda del Paso y la Esperanza y el trono, es total y absoluta. Tanto, que se pudo ver a todos sus músicos con la medalla de la Hermandad.

De nuevo, nazarenos. Del mismo color, burdeos en su capirote y negro en su túnica -¿qué fue de los capirotes verdes?-. Se despliega la sección de la Virgen. Salida más lenta si cabe, debido a las ajustadas maniobras que el Señor de la Agonía por el serpenteante trazado de la calle, lo que hizo que el numeroso público se impacientara. Es normal, todos querían verla ya en la calle. Todos querían ver y oler su manto. De nuevo, un año más, recibida con aplausos y a los sones de su marcha, la que el maestro Pantión le compusiera. Verla perderse por Pozos Dulces, besando las balconadas y cierres de sus esquinas, es ya un lugar obligado para no perderse para cualquier cofrade.

Lo mismo ocurre con la Estación de Penitencia de ambos titulares en la Santa Iglesia Catedral. Tanto en su entorno, como en interior de las naves catedralicias, Las Penas se crece. Especialmente el Señor, donde su talla se hace tan real, que parece querer exhalar su último aliento de vida mientras divaga por el Patio de los Naranjos. Pero también la Virgen, con una selección de marchas en el entorno del Templo Mayor que cada año sorprenden hasta al ‘silbamarchas’ más empedernido.

El encierro de esta grey cofradiera es también otra de las citas más selectas de nuestra Semana Mayor. Poder pasar del bullicio y la algarabía de las Tribuna de los Pobres, que pocos minutos antes se estremece con el paso de las cofradías de Nueva Esperanza y Estrella, al recogimiento, el silencio y el misticismo de los últimos momentos de procesión de Las Penas por la calle Arco de la Cabeza, es un contraste fabuloso de nuestra Semana Santa.

La experiencia es un grado. Las ajustadas e inverosímiles maniobras que hay que realizar para salvar la estrechez de la calle se realizan con cada vez mayor destreza y pericia por sus capaces y hombres de trono. No sin esfuerzo meritorio, por parte de estos últimos, sendos tronos llegaron a la plazuela Virgen de las Penas. A la Reina le recibieron con una vibrante saeta desde la balconada del propio Oratorio, que luego la Asociación Musical Utrerana convirtió en acordes musicales, para cerrar la noche, con Soleá, dame la mano y María Santísima de las Penas. 

Broche de oro para una Estación de Penitencia de altos quilates y con momentos que paladeáremos durante todo un año. Las Penas deja, cada año, el listón de la calidad cofrade un poco más alto cada año. 

José Luís Jiménez Navarrete.
Onda Cero Radio.