martes, 3 de diciembre de 2013

LA MÚSICA DE NUESTRA MADRE Y SEÑORA DE LAS PENAS (VIII): "Soleá, dame la mano" (M. Font de Anta - 1918)

Si alguien hubiera preguntado a Manuel Font de Anta con cual de las dos legendarias piezas que compondría en apenas un año se quedaría, probablemente habría respondido aquello de “que dedo de la mano me corto que no me duela”. En efecto, como ya analizamos con la colosal “Amarguras”, otra de las piezas que forma parte de ese ramillete de inmortales obras de la música procesional es sin duda “Soleá dame la Mano” pues no en vano, como bien ha afirmado el estudioso Mateo Olaya, se trata de “una obra de una envergadura tal, que no ha tenido apenas continuadores en la historia, por su propio carácter avanzado e innovador, y por su complejidad y altura artística.”

La marcha, al parecer, fue escrita en 1918, e instrumentada por su padre, Manuel Font Fernández, director entonces de la Banda Municipal de Sevilla. Existen controversias y distintas teorías sobre su dedicatoria, pero las partituras originales se encuentran extraviadas y resulta imposible dilucidar con exactitud este pequeño misterio. Mayoritariamente, la opinión especializada se ha inclinado por Manuel hijo como autor de la marcha. Sin embargo, los descendientes de José Font de Anta hicieron llegar a los medios de comunicación una copia del Registro de la Propiedad en la que consta que dicha obra fue registrada a su nombre a las 12:44 horas del 14 de julio de 1922, aportando tres copias de la obra, arrogándose por tanto esa autoría.

La Esperanza de Triana en la cárcel del Pópulo (Cofrades-Pasiónensevilla.tv)
En cualquier caso, sea como fuere, la dimensión de “Soleá, dame la mano” es incuestionable, tanto por su infinita calidad musical como por su profunda impregnación en el estrato cofradiero. Fusiona con maestría el nacionalismo imperante en la época, con el impresionismo, ya que el autor se maneja en ambos conceptos sin ambages pues usa elementos nacionalistas como la escala frigia andaluza (modo de mi mayorizado), tratados con técnicas impresionistas como la difuminación del ritmo binario principal, la armonía no clásica (necesaria por otra parte para poner en pié la influencia del flamenco que tiene) e incluso empastes extraños en la instrumentación

Por eso nos parece que la marcha como buena hija de su tiempo se erige en un gran documento artístico de una época musical rica y generosa en partituras formidables con la alargada sombra de Manuel de Falla siempre muy presente.

Según Olaya, si nos basamos en los comentarios de Francisco Javier Gutiérrez Juan, que ya estudió su estructura en su libro “La Forma Marcha” podríamos decir que “Soleá, dame la mano” parte de la forma minué ternario pero con modificaciones, sobre todo omitiendo repeticiones. Simplificando, la forma de “Soleá, dame la mano” es la siguiente: -Introducción, -Exposición, -Trío y -Reexposición. 


La marcha es profundamente descriptiva hasta verificarse que tras el paso de palio esta música deja de convertirse en un mero acompañamiento para fundirse con la evocadora estampa y lograr un efecto único. Quizás por eso Igor Stravinski dijera aquello de “estoy escuchando lo que veo y viendo lo que escucho” cuando durante su estancia en Sevilla en la Semana Santa de 1921 contemplara el paso de la Virgen del Refugio por la Puerta de la Carne al sonar esta marcha fúnebre.

Otra anécdota que deja bien a las claras la íntima relación de afecto de los sevillanos con esta marcha se produjo durante la Semana Santa de 2008. Tras el fallecimiento de Pepín Tristán, alma máter de la banda de Tejera, su hijo y director decidió que las seis hermandades que acompañaban (Virgen del Subterráneo, Virgen de los Dolores (Penas San Vicente), Virgen de los Dolores (Santa Cruz), Madre de Dios de la Palma, Virgen del Valle y Virgen de Montserrat) entraran en la Carrera Oficial con "Soleá dame la mano" en homenaje al maestro que lo disfrutó desde el cielo.

Así las cosas, si la marcha de por sí, musicalmente, encandila, no es menos emocionante el motivo que la inspiró. Hay que desplazarse mentalmente al Barrio del Arenal, en aquella segunda década del siglo XX y a la antigua cárcel del Pópulo (hoy calle Almansa) un Viernes Santo por la mañana. Entre el gentío, la Esperanza de Triana avanza hacia su barrio, recorriendo las últimas calles de Sevilla que la separan del puente. Tras unos gruesos muros y unas pocas ventanas con rejas se agolpan presos llenos de esperanza que esperan verla pasar. Pero la Virgen no pasa de largo, se vuelve hacia esos que imploran tras los hierros y se hace el silencio.

Con la Esperanza frente a ellos un preso que lloraba se arranca con una saeta que dijo:

"Soleá dame la mano, por la reja de la carse, que tengo muchos hermanos, huérfanos de padre y madre.”

En la edición original del guión aparece la siguiente dedicatoria: "A los desgraciados presos de la cárcel de Sevilla que, al cantarle saetas a la Virgen en Semana Santa, me hicieron concebir esta obra". Esto es, “Soleá dame la mano”, impresión en forma de marcha fúnebre.