Las hermandades y cofradías se han venido impulsando emocionalmente a través de los siglos gracias a los 'rituales' que se suceden puntualmente y de los que se anhela su llegada en esos meses previos del tiempo ordinario. Los cofrades hemos pervivido en el tiempo gracias, entre otras cosas, a ese pellizco que proporciona el deseo de lo que siempre está por venir. Es lo que nos ha hecho ser enérgicos en multitud de preparativos y ser pacientes para ir cociendo a fuego lento nuestro crecimiento y fortalecimiento espiritual. En este contexto, además de su trascendencia consuetudinaria, la Función Principal de Instituto se antoja junto con la Estación de Penitencia como el acto de culto más importante de la vida corporativa puesto que nos permite experimentar y celebrar la Fe en el templo y en comunidad para luego salir a la calle a expresarla públicamente sin tapujos. La mañana previa de Función es siempre un tributo a la nostalgia y al reencuentro.
Por
lo tanto, y como tantas otras en estas fechas de Cuaresma, la
cofradía de las Penas celebró el pasado Domingo y como culminación
al Solemne Quinario en honor al Santísimo Cristo de la Agonía este
acto comunitario de testimonio cristiano por medio de la Sagrada
Eucaristía. Así mismo, con el fin de hacer de dicha celebración
el justo eco a las inquietudes de nuestros hermanos y procurando
igualmente que el desarrollo de la misma fuera lo más cercano y
atractivo posible, la cofradía volvió a ser fiel a ese conjunto de
signos sensibles que dignifican el culto pues debiéndose considerar
la liturgia el ejercicio del sacerdocio de Cristo, en consecuencia,
toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de
su cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia.
Así
las cosas, bajo el privilegiado decorado pictórico de nuestro
Oratorio y el cuidado altar de Quinario montado ex profeso por la
albacería, que daba cobijo al Calvario formado por el Santísimo
Cristo, nuestra Madre de las Penas y la talla de San Juan
Evangelista, se desarrolló una eucaristía que dio comienzo
puntualmente a las doce y media del mediodía siendo oficiada por
el rector de la Catedral de las Fuerzas Armadas en Madrid, Rvdo. P.
D. Carlos Jesús Montes Herreros que se mostró sumamente agradecido
a la Hermandad por la acogida y al que se obsequió, además, con la
medalla corporativa.
Don Carlos aprovechó la 'homilía' para recordar y poner en valor el 'carisma' que debe caracterizar a la Cofradía y que no es otro que el de la 'Caridad' tal y como reza en su título. Caridad con mayúsculas, siendo como es Dios, Amor y Caridad. Nos compelió a aprovechar estos días y la propia Semana Santa que se avecina para dar muestras de caridad cristiana lo que es, en definitiva, mostrar cercanía con el prójimo y amarlo. “¿Cómo hemos de corresponder, Señor? ¿Como amar como lo hiciste tú?” se preguntó “Aprendamos -prosiguió- a amar como Dios quiere ser amado” y recordó la frase de San Juan de la Cruz “al atardecer de la vida nos examinará del amor”. Por su parte, al Ofertorio, los hermanos cumplieron con el solemne acto de Protestación de la Fe Católica. La ceremonia fue amenizada magistralmente por la Coral Santa Cecilia del Rincón de la Victoria
Don Carlos aprovechó la 'homilía' para recordar y poner en valor el 'carisma' que debe caracterizar a la Cofradía y que no es otro que el de la 'Caridad' tal y como reza en su título. Caridad con mayúsculas, siendo como es Dios, Amor y Caridad. Nos compelió a aprovechar estos días y la propia Semana Santa que se avecina para dar muestras de caridad cristiana lo que es, en definitiva, mostrar cercanía con el prójimo y amarlo. “¿Cómo hemos de corresponder, Señor? ¿Como amar como lo hiciste tú?” se preguntó “Aprendamos -prosiguió- a amar como Dios quiere ser amado” y recordó la frase de San Juan de la Cruz “al atardecer de la vida nos examinará del amor”. Por su parte, al Ofertorio, los hermanos cumplieron con el solemne acto de Protestación de la Fe Católica. La ceremonia fue amenizada magistralmente por la Coral Santa Cecilia del Rincón de la Victoria
El
altar de Quinario fue exornado con decenas de candeleros con cera
blanca, 'bouquets' de clavel rojo en distintas jarras dispuestas en el
frontal y cardos holandeses ('eringium') salpicados. Así mismo, destacó un
curioso y subyugante risco silvestre a los pies del Crucificado que
llevaba también bouganvillas, hiedra y espino.
Al
finalizar la Eucaristía, se procedió a imponer las medallas
corporativas a los nuevos hermanos y a todos aquellos que previamente
lo habían solicitado.
Tras
ello, compartimos un ágape fraterno en los salones de
la Casa Hermandad.