Por nuestra hermana Rocío Moltó García
“Yo, que siempre trabajo y me desvelo / por parecer que
tengo de poeta / la gracia que no quiso darme el cielo”, Miguel de Cervantes.
La humildad de Miguel de
Cervantes llega a estremecer. Que un maestro de las letras diga que él mismo no
tiene el don de la poesía hace que, aquellos que nos dedicamos a algo
relacionado con el arte de escribir nos sintamos un auténtico fraude.
Me pide un gran escritor, de
quien ni siquiera soy digna de desatar la correa de sus sandalias, que relate a
modo de crónica el viaje que organizó la Hermandad para visitar las ciudades de
Jerez de la Frontera (Cádiz) y Sevilla el pasado 24 de octubre. Me pide,
además, que me centre en la parada realizada en la ciudad gaditana, a
sabiendas, de que mi fascinación por ese lugar –y que es tan suyo como calle
Larios- es supino. Y más, si cabe, desde el pasado sábado.
Cada vez que se organiza
cualquier evento, por sencillo que pueda parecer, conlleva detrás numerosas
horas de trabajo y desvelos. El que lo probó lo sabe. Llegó el sábado por la
mañana. La cita, en el Pasillo de santa Isabel a las 8.30 h. El ambiente estaba
oscuro, había llovido. Se oían campanas de iglesias cercanas –o quizá la
atmósfera Becqueriana ha hecho que mi mente así lo recuerde-. Comprobamos que
estamos todos y partimos hacia el primer destino. Jerez, cuna del arte. Tierra
de buenos vinos, buena Semana Santa y lo que es más importante, buena gente.
Allí salía la procesión del Señor de la Coronación de Espinas y Nuestra Señora
de la Paz en su Mayor Aflicción.
Tras parar en el camino para
reponer fuerzas, llegamos a Jerez sobre las 11.45 h. Allí nos esperaba el
siempre atento José Vegazo. Cofrade, Periodista, Pregonero, pero sobre todo
AMIGO. Y lo demostró con creces dejando de lado cualquier protocolo y pasando
toda la jornada con los hermanos de la cofradía y enseñándonos lo mejor de su
ciudad. Aunque, verdaderamente, lo mejor que nos llevamos de esa ciudad no es
algo que se pueda tocar ni ver. Es un sentimiento de estar en casa aún estando
lejos. Y es que, como cantara una comparsa de Juan Carlos (Aragón): “Un
amigo-amigo de verdad no dice: ‘quiero ser tu amigo’, pero si es tu amigo de
verdad tu muerte la muere contigo”.
Visitamos la Catedral, mismo lugar en el que
minutos después (cinco, quizá diez), iba a comenzar la Misa Estacional de la
Cofradía del Domingo de Ramos jerezano que celebraba el 400 aniversario de su
fundación. Ya allí pudimos ver el portentoso paso de Cristo, de Guzmán Bejarano
(1983-85) en madera tallada y dorada, en el que procesionan al Señor acompañado
por un grupo formado por dos soldados romanos y dos sayones obras de Luís
Álvarez Duarte. Por su parte, la Virgen, obra de José Rivera García descansaba
en su paso, que fue adquirido en un anticuario de Sevilla. Pasamos para ver el
manto por detrás. Una verdadera maravilla para los sentidos del cofrade.
Ante el inminente inicio de la
Eucaristía, abandonamos la Catedral de Jerez –antigua Colegiata que pasó a ser
Catedral tras ser Jerez declarada Diócesis en 1980- no sin antes conocer, de la
mano de nuestro excepcional guía, la historia del Cristo de la Viga.
Comenzamos caminar por Jerez
buscando el barrio de san Mateo. Allí visitamos a la hermandad del Desconsuelo,
que procesiona en la noche del martes Santo. Nuestro cicerone nos dejó en manos
del Diputado Mayor de Gobierno, que nos explicó con detalle los pormenores de
los enseres que allí se encontraban
expuestos. Especialmente reseñable es el tesoro que guarda esta cofradía. Y es
que cada martes Santo sacan a la calle el antiguo palio y manto de la Amargura
de Sevilla, obra de Rodríguez Ojeda, y que supone un hito en el mundo del
bordado en Andalucía, ya que es el principio de una transición en el estilo del
bordado decimonónico y el que se ha practicado con posterioridad.
Visitamos su sede canónica, la
iglesia de san Mateo, donde pudimos rezar a los pies de sus titulares y
contemplar las maravillas que ofrecía el templo jerezano.
Amablemente, y excusando un
supuesto desorden en la casa –ya que al día siguiente juraban sus cargos la
recién elegida Junta de Gobierno- nos ofrecieron algo de lo que los jerezanos
presumen. Y lo hacen porque pueden. Nos invitaron a una copita de fino, que fue
acogido con gusto por todos los asistentes, a la vez que brindamos por el
martes Santo.
Partimos de vuelta para el
Centro de la ciudad. Pepe Vegazo indicó varios lugares para poder almorzar,
adaptándose a todos los gustos y edades, y cada uno eligió lo que le pareció
más acorde con sus gustos. Todo el mundo acabó satisfecho.
A las 16.15 horas volvimos a
reencontrarnos. Nos dirigimos para la iglesia de San Miguel. Nuestro guía
jugaba en casa. Allí nos presentó la maravillosa iglesia y nos habló de la que
es su hermandad. La del Santo Crucifijo. Una maravilla cognitiva, un deleite
para los sentidos que realiza Estación Penitencial en la Madrugada jerezana. Un
cofrade del Santo Crucifijo nos acompañó, pero fue el mismo Vegazo quien nos
puso al día sobre todo lo concerniente a su cofradía.
Terminamos con el tiempo casi
justo para ir a ver la salida de la Coronación de la Catedral. A pesar de ello,
nosotros la encontramos ya en la calle, en una especie de parque que quedaba
detrás del primer templo de la ciudad. Un cortejo ordenado, con hermanos
portando cirios y representaciones de otras hermandades daban paso al Señor que
venía acompañado de la Banda de Cornetas y Tambores de la Vera Cruz de Los
Palacios y Villafranca. Similar cortejo en la Virgen, donde la Banda Municipal
de Villalba del Alcor acompañó al paso de palio de camino a su barrio de la
Albarizuela.
Una procesión que no revestía
el menor problema en ser paladeada en cualquier calle o esquina de la localidad
y que, además, no tiene nada que envidiar a otras ofertas de cualquier otro
lugar de nuestra geografía.
Al filo de las nueve de la
noche partimos para Sevilla. Allí nos esperaba la procesión extraordinaria de
la Hiniesta.
Una gran experiencia cofrade la
vivida en este viaje, a la que hemos de sumar la gran convivencia entre
hermanos y amigos. Y no podemos olvidar que con el dinero recaudado se ha apadrinado
a una familia numerosa en la Fundación Corinto. Gracias a todos los que lo han
hecho posible.
Que el Santísimo Cristo de la
Agonía y María Santísima de las Penas nos sigan iluminando. Demos gracias a
Dios.