“Su reino es el de la santidad y la justicia porque María, la llena de
gracia, nos alcanza las gracias de su Hijo para que seamos santos (Juan
1,12-14); y de justicia porque premia las buenas obras de todos (Romanos
2,5-6).”
Nos
llevamos en el pertrecho sentimental un puñado de estampas que a buen seguro
aguardarán largo tiempo en la memoria de todos por cuanto resulta difícil
superar lo que con tanto amor y cariño se prepara, lo que únicamente desde el
corazón y la devoción alcanza a bordear la perfección y a lo que solo caben añadirle
pequeñas gotas de buen gusto y sentido de la medida para redondear una obra que es ideal en el culto sagrado. La conjugación de todos estos elementos consumaron un
acto de fe desbordante y único, centrado en la figura de María, Madre del Verbo
Encarnado que, con ocasión de la proclamación de su Realeza, verdad fundamental
instituida por el Papa Pío XII es defendida desde hace décadas por nuestra
Institución.
Así las
cosas, tras el rezo de vísperas celebrado el día anterior, en el mediodía del
domingo se celebró la solemne Función religiosa oficiada por el Rvdo. P. D. Federico
Cortés Jiménez.
La
eucaristía transcurrió por los derroteros litúrgicos habituales en nuestra
Corporación en la que se combinan, por un lado, la participación del cuerpo de
acólitos y monaguillos junto al sacerdote, siguiendo las pautas de ayuda y
comportamiento que rigen las normas litúrgicas de la Iglesia y por otra,
una escogida participación musical –en este caso, capilla músico-vocal- que,
sin duda, colaboró a crear el ambiente propio que invita al recogimiento y a no
perder, ni un solo instante, la atención en el acto sagrado.
Como
cada año, queremos reparar en las palabras de nuestro Director Espiritual el
que en su homilía llamó a reivindicar el mes de Mayo, aún en el tiempo de la
cincuentena pascual, como ese "tiempo de gran importancia para la celebración
cristiana". Recordó que la festividad de la Realeza de María no puede entenderse
separadamente a la de la
Resurrección del Señor, pues en
todo lo posible y conveniente, las prerrogativas de María se han de explicar a
la luz de las prerrogativas análogas de su divino Hijo. En este punto,
señaló que "María reina sobre la
Obra de Dios", esto es, que una vez consumada la Obra Redentora , la realeza de
María ha de proclamarse “de aquello que ya ha triunfado”.
Por eso, invitó a todos los hermanos presentes a vivir este
tiempo pascual desde la conversión pues “no tiene sentido honrar a la Virgen sino es desde el
ejemplo, el amor, la caridad, como seguidores de Cristo que somos”. La Realeza no es sino la
proclamación de los actos de la
Virgen durante la consumación de la Obra Redentora , ejemplo de fe,
ejemplo de entrega a los designios del Padre, la que sufrió con más paciencia, con más voluntad, más sumisión a
Dios pues sólo a María se le da legítimamente, y en la acepción plena
del vocablo, el título de Corredentora; porque realmente, Ella, en Cristo, por
Cristo y con Cristo, hizo la redención de todo el género humano. Por
tanto, honrar esta festividad, solo tiene sentido si se sostiene en nosotros,
cuando emulamos con nuestro ejemplo el inmarcesible amor de Cristo, el triunfo
de la sangre derramada, de la
Obra de Dios, aquello que sólo supo padecer María.
En otro orden de cosas, la Virgen de las Penas,
situada en el presbiterio del templo, se encontraba ataviada con sus mejores
galas, concretamente, con la saya blanca de Esperanza Elena Caro y el manto azul
que pasaran Manuel Mendoza y Salvador Aguilar de los bordados antiguos de
Leopoldo Padilla. Así mismo, sobre sus sienes llevaba la corona de oro de ley,
diseño de Prini y ejecución de Manuel Valera que le fuera impuesta en el
recordado mes de noviembre de 2004.
Por su parte, el altar de culto iba
exornado con el dosel de tumbilla, la habitual escalera y sillón de Reina,
escoltada por jarras con flores de tonalidades blancas, y los candelabros de
guardabrisas dorados del trono del Cristo con codales largos de cera blanca.
Así mismo, se colocaron un par de candeleros adaptados para cinco mecheros
realizados por Manuel Valera.
Destacar que este año el sillón de Reina
estrenaba el bordado del respaldo realizado con sobrantes del palio antiguo
de Leopoldo Padilla.
Posteriormente, finalizada la eucaristía, se dio a besar la mano de la Sagrada Efigie
acercándose a Ella todos los que estuvieron presentes en la Eucaristía.
Igualmente, en el capítulo de agradecimientos, el Secretario
de la Corporación
entregó un pergamino a los hermanos que han cumplido veinticinco y cincuenta años
en la nómina. En este sentido, destacar por su larga y determinante trayectoria
en la cofradía, los hermanos D. Juan Quintana Urdiales y D. Juan Ramírez
Pastor, así como nuestro actual albacea de cultos, D. Manuel Ruiz García.